Gonza M. Fontán (ella)
Este año nos hemos propuesto acercaros un resumen de lo que ha sido nuestro "año queer". Más bien, este es un resumen hecho para nosotras; uno de esos textos que nos sirven para autoexplorarnos y decir: qué fuerte tía en qué momento he escrito esto realmente.
Fue idea de María hacer uno de estos resúmenes del año que va a terminar, pero en su versión queer. Así que tiene sentido que estas primeras líneas del resumen vayan dirigidas a ella: este año he seguido manteniendo conversaciones infinitas de su mano, literal y figuradamente, y nació este proyecto que con tanto cariño intentamos llevar adelante cada día, a pesar de las inclemencias de la vida, el cambio climático y el capitalismo. Este proyecto me llena de esperanza y de buenos momentos acompañada. También a veces estamos cansadas, porque para pagar el alquiler y la comida hay que hacer otras cosas que apetecen menos y consumen más.
Otro de los grandes cambios de mi vida fue el rechazo a la monogamia, tras años de dudas e intentar interiorizar emocionalmente una teoría que ya me parecía acertada. Esto parece que no es queer per se, pero no hay modelos de vida alternativos que puedan llevarse a cabo sin cuestionar la validez del sistema sexo-género y la heterosexualidad obligatoria y todo lo que conlleva. O eso pienso yo, que no soy nadie para sentar cátedra sobre nada. Pero descubrí de la mano de amigas que otra vida es posible, es divertida, es tierna y no es tan difícil como lo es sentir constantemente que tus sentimientos son erróneos y tú un monstruo egoísta y sucio.
Es difícil a veces no sentirse un monstruo, aunque la metáfora esté manida y sea poco eficaz. No se me ocurre otra más original. La oveja negra, el bicho raro, etcétera tienen el mismo efecto y una sonoridad similar. He escrito mucho sobre esto: ser una chica es difícil. Querer ser una chica más. Serlo “de verdad”, imposible. Para mí, al menos. Esta noción llegó a mí a través de una incomodidad creciente que no tenía que ver conmigo, ni con mi cuerpo, ni con ninguna restricción que yo me estuviese imponiendo. Me gusta mi estilo, me siento yo misma en las partes de mi físico que puedo decidir e intento ignorar el resto y encuentro en este nombre ambiguo un hogar cálido, un sonido que suena a que me hablan a mí. Pensé que esta incomodidad entraría en mí y no entró: toda mi rabia es hacia afuera, hacia sus definiciones rígidas, hacia sus definiciones a secas, para un mundo que me da, la mayoría de los días, mucha pereza. Pero en este mundo también pasa que intentando tumbarte te levantan el ánimo, que un error casual es una reafirmación.

En los últimos meses de mi vida me han hecho misgendering en numerosas situaciones. Algunas intentando ser muy respetuosas, otras desde una confusión absoluta. Personas mayores y niños pequeños sobre todo. Esto no es prueba de nada. Yo no soy un hombre ni quiero serlo y no me interesa apenas ninguna definición de mujer, aunque políticamente me sitúe ahí con frecuencia. Este año, mi año queer, sabiéndolo un privilegio, aprendí a abrazar el logro conseguido: el desconcierto, la confusión, la prueba última de que cuanto más rígida hagas una categoría, más difícil es entrar en ella.
Este año aprendo a apreciar aún más aristas de mí que las del lesbianismo, como una figura geométrica queer que no deja de sumar vértices… Este año entro en el trabajo con mi nombre de mentira elegido por mis padres, pero entro lesbiana. No hablo de todas mis gyncanas y malabares con el género, ni de mis proyectos ni de los discursos que vertebran mi vida. Pero entro lesbiana y con la cabeza alta. Este año desarmaricé el entorno laboral y no voy a menospreciar este avance, porque si bien lo siento como poca cosa, conozco las estadísticas. Salía justo del trabajo cuando, por primera vez, en este año queer que no es el primero, recibí un codazo por la calle. Entré en casa dudando de los motivos, pero otro de mis logros es entrar en casa y encontrar manos y voces que dicen que esto me pasa por lesbiana y pronuncian en voz alta mi nombre.
Este año la palabra queer es orientación pero también identidad y yo abrazo que exista un lugar en el espectro en el que sentir que Gonza cabe.
Añadir comentario
Comentarios