Gonza M. Fontán (ella)

Las malas cuenta la historia de un grupo de trabajadoras sexuales trans; las Malas desde el punto de vista de la sociedad, aunque en absoluto desde el de su protagonista o su autora. La visión omnisciente de la narradora nos muestra dos realidades aparentemente contrapuestas que, en realidad, conviven inevitablemente: la violencia y la hermandad, la comunidad; el prejuicio y el deseo, las ilusiones.
Tras la noche en que, al terminar la ronda, las travestis encuentran un bebé abandonado, se suceden las historias vitales de muchas de ellas desde los ojos de Camila, nuestra narradora. Las personajes se nos presentan una a una mediante sus vivencias y todas comparten unas características comunes: son mujeres trans, despreciadas por su familia biológica, ejercen el trabajo sexual y se encuentran bajo la protección de Tía Encarna. Esta mujer es una suerte de madre escogida para todas ellas y para el bebé abandonado. Cada historia constituye una narrativa llena de matices y, aunque es ficticia (Sosa Villada lo ha repetido en muchas entrevistas), hay una verdad incuestionable en ellas. Las malas no es autobiográfico, pero tiene inspiraciones biográficas, y hay una riqueza en el vocabulario y la perspectiva que demuestra un conocimiento profundo de las realidades que narra y de la literatura en sí misma.
“Por mayoría, elegimos llamarlo El Brillo de los Ojos. Y estaba muy bien llamarlo así, porque La Tía Encarna, y todas en realidad, recuperábamos el brillo en la mirada cuando estábamos con él.”
El conflicto en Las Malas no es un punto de inflexión en la narración; es constante. El nudo que hace desarrollarse la historia es, en realidad, el evento más “blanco”, el que podría desencadenar los momentos más felices… Si el contexto no lo transformase en un problema. La adopción de un bebé al que han abandonado aparece como nexo entre personas y vidas para desencadenar el conflicto que viene del exterior, casi siempre del exterior.
“La policía va a hacer rugir sus sirenas, va a usar sus armas contra las travestis, van a gritar los noticieros, van a prenderse fuego las redacciones, va a clamar la sociedad, siempre dispuesta al linchamiento. La infancia y las travestis son incompatibles. La imagen de un travesti con un niño en brazos es pecado para esa gentuza. Los idiotas dirán que es mejor ocultarlas de sus hijos, que no vean hasta qué punto puede degenerarse un ser humano. A pesar de saber todo eso, las travestis están ahí acompañando el delirio de la Tía Encarna.”
Las situaciones más desconcertantes se van sucediendo para cuestionar cada aspecto de la sociedad en que vivimos, hasta los más ocultos. Clientes tránsfobos, travestis ancianas ejerciendo de madres, mujeres trans lesbianas… Todo es visto con la normalidad o la extrañeza con que lo ve nuestra protagonista, pero es visto: está ahí y se muestra. La representación no es romántica, pero tampoco espectral; adquiere la complejidad y matices que en realidad poseen.
Cada escena de Las Malas pone sobre la mesa la desigualdad (y absurdo) de género, la lucha de clases, el desamparo institucional… A partir del gran tema de la novela: la maternidad trans, todavía hoy un tabú y un tema culturalmente no muchas veces abordado¹. Todas estas problemáticas se presentan a través de los sentimientos y situaciones a las que las personajes se enfrentan. Hay otro tema presente en Las Malas, no obstante, que contrarresta la crueldad y la desesperanza que siempre están ahí: la hermandad entre oprimidas, entre esas trabajadoras sexuales del parque que día a día son abusadas, maltratadas y humilladas por una miseria, pero que llegan al caserón de la Tía Encarna y tienen una familia que las apoya, una red de cuidados que ayuda a no caer.
“Parecen parte de un mismo organismo, células de un mismo animal. Se mueven así, como si fueran manada.”
Camila Sosa Villada introduce metáforas y eventos extraordinarios en medio de un realismo brutal para construir un realismo mágico, en forma y en fondo. El libro, como la realidad, se construye entre dicotomías y contradicciones que conviven y encajan sin que los engranajes del sistema y de quien resiste contra él dejen de funcionar. Mientras el mundo gira implacable, las mujeres pueden convertirse en pájaros y Tía Encarna puede tener más de cien años.
“Entre las piernas tengo un cuchillo”
Igual que nuestras personajes, tiernas y afectuosas, conviven con la hostilidad del mundo en el Parque Sarmiento; y los acontecimientos más desgarradores se suceden con los más alegres- enamoramientos, nacimientos…- , también en el lenguaje se aprecia el contraste. La narración es directa, no huye de palabras tabú, obscenas o polémicas y no emplea eufemismos para describir violaciones y palizas. No romantiza ni disimula la miseria y la opresión y facilita la empatía. Pero hay hueco también para la metáfora perfectamente cuidada, la personalización de cada escenario y una prosa altamente poética.
“ Las travestis trepan cada noche desde ese infierno del que nadie escribe, para devolver la primavera al mundo.”
Todas estas dualidades conviven en el libro sin que se produzca ninguna clase de choque que desplace o descoloque a le lectore; se entrelazan a la perfección. Las malas engancha sin ser literatura fácil- ni mucho menos insustancial. Esta novela te atrapa hasta que la terminas, y cuando lo haces deseas que atrape también al resto del mundo, regalárselo a todes tus amigues y poder hablar de él durante horas. Camila Sosa Villada declaraba en una entrevista para Diario de Ibiza que con esta publicación busca “dar la disputa desde la cultura”. Y lo logra con creces.
¹ La misma autora lo volverá a hacer en su última novela, Tésis sobre una domesticación.
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